miércoles, 26 de diciembre de 2012

Tarea 3. Debate sobre la televisión pública

Un libro interesante con respecto a este tema es el de "La televisión pública en Europa". En el, su autor José Luis Manfredi Sánchez, explica como la BBC sentó cátedra en este tipo de televisión con el lema de informar, formar y entretener. Una bandera enarbolada por su primer director general, John Reith.
Este tópico de la televisión pública se fue extendiendo por todos los países y poco a poco los medios públicos se fueron desvinculando del Estado, excepto en el caso español y portugués, en donde las dictaduras utilizaron las televisiones como altavoces del régimen.
En mi opinión, el problema español viene de ese mismo momento, el momento en el que la dictadura burocratizó la televisión y popularizó el NO-DO, esto se disimuló un poco durante los primeros años de la democracia en las televisiones públicas, cuando pareció que "jugábamos a los periodistas". Pero esto ocupó un espacio de tiempo breve en la reciente historia de nuestra democracia. 
Pasados unos años las televisiones públicas no se despegaron de los vicios que durante el franquismo se habían consolidado y por ese motivo cuando el PSOE llegó al poder pareció "pillar la televisión con más ganas". 
Estas prácticas heredadas del franquismo más los vicios de las democracias vecinas, han hecho que el intento de Zapatero por consolidar un sistema más justo, que elija al director general de Televisión Española de una manera más democrática, se quede en una utopía.
Debemos entender que la televisión pública forma parte del Estado del bienestar que ahora vemos desmoronarse. La televisión pública debe formar parte de las políticas culturales y educativas de los países y como fin último debe actuar como elemento socializador y de cohesión entre las diferentes clases sociales con diferente nivel cultural. No podemos concebir un futuro en el que la televisión pública deje de existir, porque de ella depende la pluralidad de un espacio no regido por empresas, bancos, políticos y publicistas. Es lo que debería ser en un futuro.
Sin embargo, si bien es cierto que la televisión pública garantiza o debería garantizar este pluralismo real, porque en otros países como Reino Unido con la BBC o en EE.UU con la PBS se ha dado, debemos entender que un exceso de televisiones públicas nos puede llevar a un despilfarro del erario público completamente innecesario. Y si entramos en este tema, no nos debería dar miedo afirmar que al igual que con las televisiones, hay multitud de ámbitos en los que las CCAA se han extralimitado y han permitido a sus gobernantes y políticos "gastar por encima de sus posibilidades", como es el caso de las universidades (Murcia tiene hasta 4 universidades), sistemas de transporte público (Granada lleva construyendo un Metro 10 años) y demás extravagancias.
Es necesario que entendamos que más que la cantidad, es la calidad lo que debería primar en nuestro modelo de televisión pública, pues han sido los políticos los que han corrido a inaugurar una televisión en su comunidad no para el beneficio de sus ciudadanos, sino para tener "una máquina de ganar elecciones" tal y como asegura Iñaki Gabilondo.
En los últimos años hemos asistido a un desgaste progresivo del modelo de televisión pública y tal y como se afirma en el artículo "Seis años que cambiaron la televisión", publicado el 4 de junio en El País, el Partido Popular no ha seguido con la reforma que Zapatero promulgó: "el presidente ya no sería designado por el Gobierno, como en los 50 años anteriores, sino por el Parlamento" decía. 
Las crisis institucionales y la dimisión de sus dos presidentes han enturbiado más los meses venideros, que desembocan en la llegada al poder de Rajoy y la aprobación en abril de un real decreto ley que echa abajo el requerimiento de dos tercios del Parlamento para nombrar director del ente. 
En los últimos meses medios internacionales como el Financial Times o Le Monde se han hecho eco de la escandalosa purga en la televisión pública española y ahora el resto está por escribir, y yo espero que sean los ciudadanos, verdaderos propietarios de la televisión pública, los que lo dicten.

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